“Abrir puertas y ventanas”
es una película de coproducción suizo-argentina dirigida por Milagros
Mumnehaler. La historia, que transcurre en un caluroso verano, muestra a tres
hermanas adolescentes que quedan solas en la casa familiar tras la muerte de su
abuela, que las había criado. Cada una expresa su luto en forma diferente en un
clima de indolencia y apatía, y la directora nos muestra, como si fueran larvas
que finalmente rompen su capullo para volar como mariposas adultas, el paso de
las protagonistas a la adultez.
Como
las tres adolescentes de la película que buscan el ser adultas a través de una
camino no fácil, así se pasea por una selva no exenta de peligros la profesión de estar en la Educación Social. Llegan
las noticias a cuenta gotas, se convoca una plaza de Educador y Educadora
Social, se convocan dos, tres, media docena o docena entera, no más. Son pocas,
pero son, y eso quiere decir que se están dando pequeños pasos, pasitos diríamos
mejor, caminos de tortuga, no de liebre, salto de pulgas, no de galgos, pero al
menos son avances, es verdad que no científicos, pero de toma de decisiones.
La
Diputación León, institución pública en la que yo trabajo, ha contratado a dos
Educadoras Sociales para la formación en la promoción de la igualdad y la prevención de la violencia de género,
temas que están en la picota de toda intervención social. Se dice bien alto, la
oferta de trabaja se ha dirigido exclusivamente a Educadores y Educadoras
Sociales como profesionales de un perfil que se materializa en el desarrollo de
ese tipo de acciones.
Hoy
es más necesario que nunca el poder incluir en el desarrollo de un proyecto
social a los y las profesionales de la Educación Social, y eso no es
casualidad, ni que ha tocado el bingo, es el sentir de una reflexión sobre
tareas y funciones que algunos y algunas por sus estudios académicos puedan
realizar con total profesionalidad, lejos del asistencialismo que aún devora y
empodera a muchos servicios públicos. Por eso es necesario que a través de una
eficiente y eficaz intervención con las personas, familias, colectivos y la
propia comunidad, puedan salir de la situación de naufragio en que se
puedan encontrar.
Lo
mismo que es necesario hablar de leguaje inclusivo, también lo que es el poder
incorporar Educadores y Educadoras Sociales a los equipos multidisciplinares,
nada está de más, pero si de menos. Negarse a tener profesionales de la
Educación Social en los diferentes servicios públicos, es perder la oportunidad
de aportar nuevos puntos de vista a la transformación social, es negar la
evidencia.
Los
y las profesionales de la Educación Social son capaces de hacer una composición
de la realidad social, lo mismo que el profesional de la fotografía es capaza
de elegir, encuadrar y ubicar objetos a través del visor, será la mejor manera
de lograr una imagen que pueda atraer al que mira y observa.
Sentimos
que hoy es más necesario que nunca el poder regalar una lupa de grandes
aumentos para las personas que desde sus cargos de dirección son responsables de
establecer que profesionales son los adecuados a tener en cuenta según las
necesidades existentes. Por todo esto veo que la Diputación de León está en el
camino de abrir puertas y ventanas a la Educación Social, esperando que estas
decisiones no sean para airear el interior.
Samuel N.P.
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