Uno
de los temas de Fito&Fitipaldis lleva el título “medalla de cartón”, una
canción cuyo estribillo es una clara crítica a todo lo que representa la guerra
y las condecoraciones:
“Todo
lo que no se ve,
lo
que nadie nos contó,
lo
que se quedó en la piel,
la
memoria del dolor.
Que
le den al General,
la
medalla de cartón,
se
la tiene que clavar,
en
mitad del corazón”
Una
condecoración es una insignia que se concede como honor y distinción. Suele
consistir en una pieza metálica con forma determinada, en la que se graban
imágenes o inscripciones, y que suele ir prendida del pecho o colgada del
cuello.
Las condecoraciones
están al orden del día, se establecen sin unos criterios establecidos y quedan
al margen del gobernante. La mayor parte de estas condecoraciones son
entregadas a las fuerzas armadas, policías, y alguna de ellas, como no, a santas
vírgenes. Aprovechan alguna festividad religiosa, hace unos días fue San Juan
patrono de la Policía ,
en Madrid la Alcaldesa
entregó las medallas al mérito policial a 10 miembros del Cuerpo Nacional de
Pollicía y la Cruz
al Mérito a tres subinspectores y siete agentes antidisturbios, todo ello por
su actuación en el 22M en el que se dice que se desató una batalla campal tras
las pacificas marchas por la dignidad.
Hay
muchos profesionales que se juegan la vida en la tarea diaria que desarrollan, que
podemos decir de las personas que trabajan en la construcción, o aquellas que
se pasan su jornada en la carretera. Casi todos los trabajos tienen un riesgo y
no por eso condecoran a las personas que los ejecutan.
Pero
quiero hacer una mención especial a los profesionales que desarrollan su
trabajo en el campo de lo social, que intervienen con colectivos
desfavorecidos, adolescentes en riesgo, drogodependientes, reclusos/as, etc. Ellos y ellas no piensan en condecoraciones, ni nadie se las va a dar, a pesar
de que su trabajo muchas veces se desarrolla en la soledad del que bien hace las
tareas. Su misión termina cuando se han cumplido los objetivos planteados,
algunas veces antes, ya que no es posible llegar al final de la acción. Un
claro ejemplo de lo que estoy hablando es de lo ocurrido en el mes de mayo de
este año, una psicóloga clínica, Violeta Garido Rivera, de 29 años, natural de
Zamora, falleció tras ser agredida en su despacho del Centro Psiquiátrico San
Juan de Dios de Palencia por una paciente.
Samuel N.P.
1 comentario:
Nuestro trabajo como el de much@s profesionales no necesita condecoraciones ni reconocimiento, necesita poder ser realizado
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