El Artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos en su apartado primero dice: Toda
persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en
especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y
los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso
de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de
sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
Los
derechos humanos son garantías esenciales para que se respete nuestra dignidad
como ciudadanos y ciudadanas, aprobados el 10 de diciembre de 1948 por la
Asamblea General de la Naciones Unidas, han sido traducidos a 360 idiomas en el
mundo. Los derechos humanos es el documento base que todo gobierno democrático
debe aplicar a su población y a partir del cual se elaborarán las leyes que
garanticen la igualdad y la convivencia.
La
falta de alimentos, el desempleo, la marginación social, la pobreza, los
desahucios, son problemas reales de cada día. Son situaciones que todo gobierno
debe abordar y resolver desde un ámbito general de su territorio, pasando por
los espacios autonómicos, provinciales y locales.
La
alimentación, como una de las necesidades básicas, debe estar cubierta en
cualquier familia, bien a través de un trabajo garantizado o de la aportación
de unas rentas mínimas que cubra esa situación.
Las
noticias se suceden en todos los medios de comunicación: estudios sobre el
aumento de la pobreza, las colas del
hambre por las calles de todos los pueblos, el desbordamiento de los bancos de
alimentos, la desnutrición de la población infantil, etc. Una realidad palpable,
fuera de casos aislados, no podemos mirar para otros lado y solucionarlo con unos
paquetitos de comida cada semana.
Aunque
no puede estar de acuerdo con la distribución de alimentos a las familias, si
tiene que ser así en estos momentos, hay que hacerlo buscando un nuevo modelo
de dignificar esa recogida y eliminar las colas de los puntos de distribución,
tratando de respetar la intimidad de las personas. Habría que desarrollar una
buena gestión, de forma más equitativa, en función de la situación de cada
familia.
Estamos
en tiempo elecciones y hasta este recursos se vuelve aliado de los partidos
políticos, su uso electoralista está a pié de calle, se juega con las familias
con necesidades de alimentación, aportando partidas presupuestarias para la
compra de esos recursos y aprovechándose de esa necesidad, que muchas veces se distribuyen sin una
gestión eficaz y con un objetivo final, el obtener un puñado de votos. De esta
manera surge el asistencialismo y la caridad, dejando en el olvido los derechos sociales que las personas
tienen.
Quiero
terminar este post con estas palabras que nos pueden ayudar a reflexionar, son
de Muhammand Yunus: “La caridad no es una solución a la pobreza, sólo la
perpetúa despojando a las personas pobres de su iniciativa. Nos permite
proseguir con nuestra propia vida sin tener que preocuparnos por la de las
personas pobres. Sólo sirve para aplacar nuestras conciencia”.
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