Ha muerto Kofi Annan,
Secretario General de las Naciones Unidas
Un día me regaló lo más
valioso que tenía al alcance de su mano: tiempo
Hay personas que
pasan por nuestra vida con la velocidad de un rayo pero que igualmente lo hacen
con la fuerza indeleble de esos fenómenos atmosféricos. Hay gente cuya imagen,
aun transcurridos muchos años, permanecen vivas en nuestro recuerdo. Y da igual
que la causa de la fascinación que causan en nosotros lo sea como consecuencia
de un encuentro personal, de una entrevista, de un tiempo de trabajo conjunto o
simplemente porque hemos coincidido en un mismo espacio y le hayamos visto pasar
cerca de nosotros.
Con Kofi Annan me ha pasado algo parecido a
lo que experimenté con Nelson
Mandela cuando me lo presentó en Estrasburgo el entonces presidente del
Parlamento Europeo Enrique Barón.
Estrechar la mano del legendario líder que por combatir el apartheid estuvo 27 años en la cárcel
era un honor que no esperaba que me concediera la vida. Pero a veces los sueños
se cumplen y este se cumplió. La exquisita generosidad con que Enrique Barón le
dijo al líder sudafricano quien era yo, suscitó su curiosidad. Siempre recordaré
sus palabras cuando tras estrecharnos las manos me dijo con voz convincente y
con un brillo especial en su mirada:
--Siga usted luchando
por defender esos ideales porque al final la victoria le acompañará.
Kofi Annan, un líder
negro en una sociedad dominada por los blancos
Hace unos días que ha
muerto a los 80 años este hombre admirable que fue premio Nobel de la Paz en
2001 y Secretario General de las Naciones Unidas entre 1997 y 2006. Nació en
Ghana en 1938 lo que justificó su especial dedicación a resolver los inmensos
problemas de aquel continente. Yo me atrevería a decir que Kofi Annan fue un
hombre de diálogo. Los conflictos latentes en su tierra y los que han sembrado
de dolor a millones de africanos inmensos en guerras civiles, muchas de ellas
tribales y racistas, le dieron al líder negro, que estudió economía en los
Estados Unidos, el carisma de ser un hombre providencial. Ahora que ha
desaparecido se pone de manifiesto su lucha contra las desigualdades tratando de
favorecer el desarrollo económico de los territorios más empobrecidos. Durante
su mandato ocurrió el terrible tsunami en el Océano Índico y el terremoto de
Cachemira. Dos grandes pruebas para el liderazgo de Kofi Annan de las que salió
fuertemente reforzado.
Sin embargo la cota más
alta, a mi juicio, de su largo mandato al frente de la ONU la tuvo al convocar
en Durban, Sudáfrica, en agosto de
2001, la Primera Conferencia Mundial
contra el Racismo. En ella participaron una treintena de Presidentes y Jefes
de Gobierno de todo el mundo, así como 166 ministros de Asuntos Exteriores, de
Servicios Sociales o de Trabajo de 160 países. Era impresionante ver la sala de
plenos abarrotada por los más de 7.000 delegados provenientes de todos los
puntos de la tierra. La delegación oficial española estuvo presidida por el
Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Juan Carlos Aparicio. Igualmente, con
la condición de observadores, el Ministro decidió invitar a otras personas entre
las que se encontraban Francisca
Sauquillo, el profesor Tomás Calvo
Buezas y yo como presidente de la Unión Romani para que siguiéramos en
directo el desarrollo de la Conferencia.
Y entonces ocurrió un
memorable incidente.
El avión que traía a
Durban desde Madrid al ministro español sufrió un gran retraso lo que impidió
que estuviera presente en el acto inaugural y, en consecuencia, que pudiera
tomar la palabra en un foro tan importante para fijar la posición del Gobierno
de España en un asunto que tanta conmoción estaba ocasionando en todo el mundo.
De hecho un enjambre de cámaras de televisión estuvo retransmitiendo aquel acto
a todo el mundo civilizado.
Una vez que terminaron
sus intervenciones los jefes de Estado y de Gobierno presentes, a los que el Sr.
Kofi Annan dio 10 minutos a cada uno, pasó la palabra a los ministros que
llenaban sala por un tiempo máximo de cinco minutos. Fueron once los ministros
que pidieron intervenir. Obviamente el ministro español no pudo hacerlo porque
no estaba presente en la sala. Y fue en ese instante cuando, sin encomendarme ni
a Dios ni al Diablo, di un salto, ocupé la silla del ministro español y pedí
intervenir en nombre de España. Si el lector amable está interesado en una
descripción más pormenorizada de como transcurrió el incidente le invito a
pulsar este enlace: http://www.unionromani.org/notis/2016/noti2016-11-30.htm
Lo pasé muy mal porque
yo era consciente de que lo que hacía estaba fuera de toda norma. Me lo
advirtieron los embajadores presentes con un inequívoco tono de advertencia. Les
dije que pedí la palabra en nombre de España con la esperanza de que mientras
tanto le diera tiempo al ministro a aparecer en la sala. Cosa que no
sucedió.
Ahora tan solo quiero
señalar que el Sr. Kofi Annan me dejó hablar a pesar de que empecé mi
intervención diciendo que yo no era el ministro español ni ocupaba ningún puesto
en el gobierno de España, a la sazón presidido por Don José María Aznar. Igualmente quiero
señalar que fue muy severo en la administración de los tiempos. No permitió que
ninguno de los señores ministros que me precedieron en el uso de la palabra
superaran los cinco minutos establecidos. A mí, sin embargo, no me interrumpió
en ningún momento y puse final a mi intervención cuando creí que ya había
superado mi tiempo. Luego pude comprobar que mi exposición duró algo más de
nueve minutos, prácticamente el mismo tiempo concedido a Fidel Castro o a Yaser
Arafat que estos sí, eran presidentes de gobierno.
Al terminar la solemne
ceremonia de inauguración de la Conferencia me acerque al circulo reservado a
las autoridades que iban a participar en una rueda prensa. Nadie me impidió la
entrada. Seguramente pensaron que yo era el ministro español porque me habían
visto y oído hablar minutos antes entre “mis colegas” representantes de los
países miembros de la organización. Lo que me permitió acercarme al Secretario
General de la ONU para estrechar su mano y darle las gracias en nombre de todos
los gitanos del mundo por permitirme decir las cosas que dije cuando yo no tenía
ni la autorización ni la representación de mi país para tomar la palabra en tan
importante foro.
Me pareció ver una
mirada de simpatía en la expresión amable de Kofi Annan quien me dijo que le
había sorprendido muy favorablemente mi intervención. Y que lo único con que
podía favorecer la defensa de los derechos del pueblo gitano que yo estaba
realizando era “regalándome tiempo” para que dijera lo que tuviera que
decir.
Ahora, sabiendo que ya
nos dejó, solo me queda despedirme como lo hacen todos los gitanos del mundo que
tienen el rromanó como lengua madre:
“Te avel lohki leski phuv”. Que
quiere decir: “Que tengas una tierra fácil”, es decir, que allá donde estés, tu
estancia sea entre gente buena y alegre.
Juan
de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Abogado y periodista
Presiente de la ONG "Unión Romaní"
No hay comentarios:
Publicar un comentario