martes, 2 de octubre de 2018

Educación Social, última frontera



Este post es fruto de las infinitas recaídas, algunas de ellas enfermizas, y otras, curadas de buena salud, son las que aparecen a lo largo de la vida profesional, las mismas que no se encuentran en los documentos profesionalizadores. Todo parte de un origen extramundo en el que me encuentro a diario, un espacio de construcción que contribuye a consolidar el momento actual de la profesión de Educación Social. 
“Improvisa, improvisa,…”, te dicen, cuando las nuevas tecnologías te juegan una mala pasada y el lugar en el que se ha anunciado el desarrollo de un taller para mayores con el título “las relaciones intergeneracionales” está lleno de gente. La actividad la he preparado con todo el mimo del mundo, además había sido demandada por la asociación de mayores del pueblo, ilusión y empeño no faltaron, he llenado la mesa del trabajo de documentos, fotocopias en papel reciclado, un PowertPoint muy bien diseñado, y al final, el puto ordenador que no arranca, justo en el momento preciso, sin copia de seguridad, ni siquiera impreso en papel y el borrador en el contenedor.
Pedir disculpas a las personas asistentes, no hay tiempo para hacerlo, la gente viene a escuchar, a participar. “Improvisa, improvisa,...”, pero esto no es un concierto de jazz en el que Charlie Parker pierde las partituras, pero él que es un virtuoso de su instrumento, es capaz de sacar una melodía con apoyar las yemas de los dedos sobre las teclas del saxofón.
Empiezan a trabajar las neuronas, lo hacen muy deprisa, me entran muchas ganas de mear, cada vez más, ida y vuelta al urinario, ya no sale ni una gota. La cabecita empieza a pensar, eres Educador Social, entonces eres creativo, capaz de salir de situaciones difíciles y ayudas a otras personas y colectivos en el día a día para poder mejorar su vida, así que empiezo a desarrollar un esquema mental para poder ejecutar el taller propuesto, el mismo que me he comprometido y encima está en el programa publicitado.
Ya está, Educación Social, última frontera, hasta aquí se ha llegado, no hay nada al final, salir de esto y no caer en  un precipicio de la desesperación. Comienzo a construir la parte teórica con la intervención a través de preguntas preparadas para el final del taller, de una dinámica de despedida paso a una dinámica de presentación, de la mala pasada de las nuevas tecnologías, a la pizarra y la tiza, esos recursos que siempre funcionan, también el papel y el bolígrafo. La sesión fue de lo más normalito y como dice Ismael Serrano “todo final es el anuncio de un nuevo principio”.  
Samuel N.P. 

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