Este
post es fruto de las infinitas recaídas, algunas de ellas enfermizas, y otras,
curadas de buena salud, son las que aparecen a lo largo de la vida profesional,
las mismas que no se encuentran en los documentos profesionalizadores. Todo
parte de un origen extramundo en el que me encuentro a diario, un espacio de
construcción que contribuye a consolidar el momento actual de la profesión de
Educación Social.
“Improvisa,
improvisa,…”, te dicen, cuando las nuevas tecnologías te juegan una mala pasada
y el lugar en el que se ha anunciado el desarrollo de un taller para mayores
con el título “las relaciones intergeneracionales” está lleno de gente. La
actividad la he preparado con todo el mimo del mundo, además había sido demandada
por la asociación de mayores del pueblo, ilusión y empeño no faltaron, he
llenado la mesa del trabajo de documentos, fotocopias en papel reciclado, un PowertPoint
muy bien diseñado, y al final, el puto ordenador que no arranca, justo en el
momento preciso, sin copia de seguridad, ni siquiera impreso en papel y el borrador
en el contenedor.
Pedir
disculpas a las personas asistentes, no hay tiempo para hacerlo, la gente viene
a escuchar, a participar. “Improvisa, improvisa,...”, pero esto no es un concierto
de jazz en el que Charlie Parker pierde las partituras, pero él que es un
virtuoso de su instrumento, es capaz de sacar una melodía con apoyar las yemas
de los dedos sobre las teclas del saxofón.
Empiezan
a trabajar las neuronas, lo hacen muy deprisa, me entran muchas ganas de mear, cada
vez más, ida y vuelta al urinario, ya no sale ni una gota. La cabecita empieza
a pensar, eres Educador Social, entonces eres creativo, capaz de salir de
situaciones difíciles y ayudas a otras personas y colectivos en el día a
día para poder mejorar su vida, así que empiezo a desarrollar un esquema mental
para poder ejecutar el taller propuesto, el mismo que me he comprometido y
encima está en el programa publicitado.
Ya
está, Educación Social, última frontera, hasta aquí se ha llegado, no hay nada
al final, salir de esto y no caer en un precipicio de la desesperación. Comienzo a
construir la parte teórica con la intervención a través de preguntas preparadas
para el final del taller, de una dinámica de despedida paso a una dinámica de
presentación, de la mala pasada de las nuevas tecnologías, a la pizarra y la
tiza, esos recursos que siempre funcionan, también el papel y el bolígrafo. La
sesión fue de lo más normalito y como dice Ismael Serrano “todo final es el
anuncio de un nuevo principio”.
Samuel N.P.
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