El mundo ya no
gira igual, o mejor, gira al revés. Escritores y directores de cine, del género
de ciencia ficción, seguro que nunca se hubiesen imaginado que pudiese ser real
lo que la vida misma nos depara en estos días. Ray Bradbury considerado el
poeta de la ciencia ficción y uno de los maestros del género en la segunda
mitad del siglo XX nos dejaba obras tan impresionantes como “Farenheit 451” y “Crónicas
marcianas”. Isaac Asimov sus obras situadas entre 1938 y 1959, destacan “Yo,
robot” y “El hombre bicentenario”, ambas llevadas al cine. Y por nombrar otro,
H.G. Wells, autor británico del siglo XIX e inicios del XX, su novelas son
altamente conocidas, “La máquina del tiempo”, “El hombre invisible” y “La
guerra de los mundos”. No es menos el trabajo en el cine, hablamos de Spielberg
con sus películas como “ET, el extraterrestre” o “Encuentros en la tercera fase”,
también el increíble Ridley Scott, con su gran película “Alien, el octavo
pasajero”.
Pero quiero
destacar como referencia “La peste”, la novela del escritor francés Albert
Camus, publicada en 1947, cuenta la historia de unos médicos que descubren el
sentido de la solidaridad en su labor humanitaria en la ciudad argelina de
Orán, mientras es azotada por una plaga. Allí fue la peste, hoy le llaman
coronavirus, pero con unos efectos similares en la población más vulnerable.
Cada momento de la
historia, cada situación de crisis a nivel de enfermedades, guerras, catástrofes
naturales, …, siempre la diana de los efectos y las consecuencias se apuntan
hacia la misma dirección, el centro o el epicentro, ese siempre está en las
personas más vulnerables y en las comunidades más pobres.
Nos centramos en
España y la situación de pandemia actual nos lleva a que ha pillado a miles de
personas en la calle, sin hogar, que si no lo tenían antes, menos ahora que se
priorizan otros colectivos. Las personas mayores, vulnerables siempre, son
ellas las que presentan un alto grado de dependencia, las que están solas, o
las que sus últimos días de vida lo dejaban sentir en una residencia o geriátrico,
al menos tendrían sus cuidados básicos. Los menores, niños y niñas, que ven
diezmada de forma muy significativa sus vidas, encerrados en espacios pequeños,
con familias que dependen de trabajos ocasionales o de prestaciones sociales,
también las que pierden el empleo en estos días, la mayor parte sin posibilidades de tener ahorros y de
grandes deudas. Personas con otras capacidades que necesitan un apoyo especial
y que sus recursos son mermados perdiendo calidad en sus vidas. Las mujeres en
riego de violencia de género, confinadas en un hogar sin posibilidades de poder
salir corriendo ante el maltratador que puede estar dormido y que en un momento
el sueño no sea tan profundo.
Para las personas
más vulnerables el quedar en casa lleva sus riesgos, llevando a situaciones de
cambios en su estado de salud, físico y psicológico, y hay que tener en cuanta
esa nueva situación, aunque no se pueda observar ni se demande.
Por eso es
importante seguir unidos, trabajar en equipo, cooperar, fomentar la
solidaridad, la misma que crece en horizontal, que surge espontanea entre las
personas, la que no se dicta desde arriba.
Dice la filósofa y
catedrática de Ética, Adela Cortina, que la sociedad va a cambiar radicalmente con
esta crisis, que habrá “un antes” y “un después”, pero para salir adelante se
va a necesitar “toda la capacidad moral” y “todo el capital ético” de cada uno,
o es así, o muchas personas se quedarán en el camino.
La clase política
también tendrá que tomar nota y darse cuenta que la mejor “política” es la que
tiene como objetivo el bien común.
Samuel N.P.
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