Ayer, cuatro de abril,
se cumplieron cinco meses del fallecimiento de mi padre, a los cinco días moría
mi madre. Mi padre era un hombre con mucha vitalidad y el “bicho”, el otro
“bicho” se lo cargó en tres meses, mi madre con una enfermedad congénita puede
que fuese más esperada su muerte. Los dos tuvieron la suerte de poder estar con
la familia y personas que los conocían, acompañándolos en los peores momentos en
que la muerte llama a la puerta, luego celebrar el entierro y dar sepultura.
Esta situación ha cambiado, por causa de esta pandemia, las familias,
amistades, …, ya no pueden acompañar a sus muertos y son enterrados o
incinerados en la más profunda soledad.
Ahora está el sentir de
las personas mayores, que este virus se los está llevando poco a poco, son los
niños y las niñas de la guerra, los mismos que tuvieron que sufrir el hambre y
las enfermedades, muchos de ellos y de ellas tuvieron que salir de nuestro
país, algunos volvieron, pero la mayor parte acabo en lugares tan lejanos como
Rusia, Argentina, Cuba, …Pero aún las desgracias siguieron también con los que
se quedaron aquí, esos niños y niñas crecieron, pero ante la falta de trabajo
en España, muchos de ellos y ellas emigraron a Francia, Alemania o Suiza, entre
ellos mi padre y mi madre. Las “divisas”, que así se llamaba el dinero que enviaban,
también sirvió para que nuestro país diezmado por una guerra y una dictadura
cruel pudiese salir adelante.
Así llegamos a que
nuestros mayores han estado durante 80 años en una espiral muchas veces sin
salida, ahora les llegaba el momento de disfrutar de sus pensiones, que no son
un regalo, son un derecho por su esfuerzo y trabajo. Pero a pesar de que
algunos y algunas predican que son una carga para la sociedad, ellos y ellas
ayudaron a la crisis del 2008, apoyando a sus hijos e hijas que se quedaron sin
trabajo, sus salidas en los viajes del IMSERSO o del Club de los 60 en Castilla
y León, consiguen que se mantengan muchos hoteles en las zonas turísticas
durante el invierno, y así seguiríamos contando muchas aportaciones a la
economía y al bien común de esta sociedad.
Hemos perdido el
respeto a nuestros mayores, les hemos dejado tirados en espacios que ahora se
detecta que muchos de ellos no cumplían los requisitos mínimos de seguridad ni
higiene. Se confiaba en las residencias, cuando éstas deberían ser espacios para vivir
y no para morir. Lugares en los que se considera al mayor como algo material,
un producto o el mejor de los casos como un cliente. Y los datos son muy
claros, más de 4000 personas fallecidas por el coronavirus lo hicieron en las
residencias. Mucho tendrá que cambiar cuando esto mejore, se planteará hacer un
seguimiento más profundo de estos recursos, tanto los públicos como los
privados.
Es el momento, ahora
más que nunca vamos a echar en falta en las residencias a Psicólogos/as,
Trabajadores/as Sociales, Educadores/as Sociales, … un conjunto de
profesionales que tendrían que estar gestionando las emociones de los hombres y
mujeres que confiaron cuando por la puerta se les dejaba con un beso y un hasta
luego.
Se puede admirar como
cuidan las comunidades indígenas a sus mayores, como lo hace el colectivo
gitano más cercano a nuestro entorno, así podríamos seguir enumerando otras
maneras de sentir que es esa edad por la que todos y todas vamos a pasar.
Las películas que nos
hacen ver a los mayores de una manera positiva y que os las recuerdo, “cinema
paradiso”, “las chicas del calendario” o “el estanque dorado”, son algunas de
ellas.
Hay varios libros
escritos por Ángel de Castro, responsable en su momento del programa de
animación comunitaria de la Diputación de Valladolid, con títulos como “la
tercera edad, tiempo de ocio y cultura” o “aprender a envejecer”.
No dejamos de leer o
escuchar a grandes mayores como Pepe Mujica, José de Saramago, José Luis San
Pedro, Margarita Salas, Doris Lessings, multitud de hombres y mujeres que su
mayor plenitud la encontraron cuando ya pasaban de los 60.
Para terminar decir que
entre mis materiales sobre mayores encontré una pequeña carpeta de color verde
que lleva en la portada este título “saber envejecer, prevenir la dependencia”,
y que en su interior hay unos pequeños libritos que hablan de “participar es
vivir”, “dormir es salud”, “cuidar nuestro cuerpo”, “cuando falta tu pareja”,
“la depresión, no, gracias”, “relaciones sexuales, “mantén la mente en forma”,
y el último, el que más me ha llamado la atención “POR VAFOR, TRÁTEME BIEN”.
“Vamos a ser conocidos
siempre por las huellas que dejamos”, proverbio
Dakota.
Samuel N.P.