Bajo una carpa blanquiazul resguardada por las murallas arcillosas de una antigua 'kasbah', 180 adolescentes y jóvenes marroquíes rescatados de la calle tratan de reorientar sus vidas convertidos en verdaderos artistas del circo.
La escuela de circo Shems'y, en Salé (junto a Rabat), es la alternativa que la Asociación Marroquí de Ayuda a niños y niñas en Situación Precaria (AMESIP) ofrece a estos menores para darles un futuro. Tras completar tres años de formación en el circo y aprobar los cursos escolares recibirán un diploma que les califica para ser artistas o monitores de distintas disciplinas.
Un lugar seguro que borra el pasado.
Fuera de la pesada puerta de madera encajada en los muros hay casas desconchadas, una carretera a medio asfaltar, algunas ovejas dispersas; pero dentro se esconde un mundo inesperado hecho de trapecios, acrobacias, malabares y risas infantiles.
Cuando se detienen para descansar, los chicos prefieren no hablar de su pasado, ni que se refieran a ellos como chicos y chicas de la calle. "Somos artistas, como cualquier otro artista", zanja el tema Mosaab, de dieciocho años, que se ha hecho experto en las acrobacias sobre anillas en los seis meses que lleva en la escuela de circo.
Pero los datos de la AMESIP explican la situación en la que se encontraban, pasaban el día en la calle sin acudir a la escuela, buscándose la vida con pequeños trabajos y a menudo enfermos, enganchados a distintas drogas o prostituyéndose.
En la pista que esconde la 'kasbah' de los Gnaouas, el ajetreo es constante: siempre hay alguien andando con las manos, una bola de malabares que rueda fuera o un lazo que se descuelga. Observando a los pequeños artistas de circo, los problemas cotidianos de los niños y niñas de la calle quedan fuera de la puerta. Éste es un lugar seguro.
La escuela de circo Shems'y, en Salé (junto a Rabat), es la alternativa que la Asociación Marroquí de Ayuda a niños y niñas en Situación Precaria (AMESIP) ofrece a estos menores para darles un futuro. Tras completar tres años de formación en el circo y aprobar los cursos escolares recibirán un diploma que les califica para ser artistas o monitores de distintas disciplinas.
Un lugar seguro que borra el pasado.
Fuera de la pesada puerta de madera encajada en los muros hay casas desconchadas, una carretera a medio asfaltar, algunas ovejas dispersas; pero dentro se esconde un mundo inesperado hecho de trapecios, acrobacias, malabares y risas infantiles.
Cuando se detienen para descansar, los chicos prefieren no hablar de su pasado, ni que se refieran a ellos como chicos y chicas de la calle. "Somos artistas, como cualquier otro artista", zanja el tema Mosaab, de dieciocho años, que se ha hecho experto en las acrobacias sobre anillas en los seis meses que lleva en la escuela de circo.
Pero los datos de la AMESIP explican la situación en la que se encontraban, pasaban el día en la calle sin acudir a la escuela, buscándose la vida con pequeños trabajos y a menudo enfermos, enganchados a distintas drogas o prostituyéndose.
En la pista que esconde la 'kasbah' de los Gnaouas, el ajetreo es constante: siempre hay alguien andando con las manos, una bola de malabares que rueda fuera o un lazo que se descuelga. Observando a los pequeños artistas de circo, los problemas cotidianos de los niños y niñas de la calle quedan fuera de la puerta. Éste es un lugar seguro.
Noticia: El Mundo, 18 de febrero de 2010
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