Artículo de Marco Marchioni, 27 de julio de 2016
InstitutoMM
Hace poco tiempo la palabra participación estaba en boca de todo el mundo. En los tiempos de ‘la nueva política’, las demandas del 15M, los nuevos partidos, los círculos, la llegada a los gobiernos municipales de tantos y tantas concejales y concejalas jóvenes que parecían aportar a la gestión del poder nuevos e innovadores contenidos acompañados por nuevas formas de gobernar ... de todo esto hoy parece quedar poco y mucha confusión. Como, por ejemplo, pensar que el tema se resuelve con inútiles o engañosas consultas.
Construir procesos participativos que hagan de un sistema social formalmente democrático y basado en una delegación pasiva de la ciudadanía a un restringido grupo de gestores -a su vez controlado por los aparatos de los partidos políticos- a un sistema más avanzado, con sustanciales elementos de democracia participativa, significa afrontar una realidad compleja que requiere por lo menos de dos cuestiones esenciales que no parecen darse actualmente:
- Contar con elementos de derecho consensuados y compartidos que garanticen una unidad básica de criterios y la igualdad de todos los ciudadanos, vivan donde vivan y, por lo tanto, no alimentar experiencias y experimentos que podrían llevar a situaciones de desigualdad entre una zona y otra del país.
- Ser conscientes de que se trata de poner en marcha procesos de largo periodo, basados en elementos previos y claros que puedan ir construyendo de manera participativa ‘modelos’ que puedan ser utilizados y compartidos por todo el mundo, llegando a producir y promover leyes y normas de funcionamiento participado de ‘la cosa pública’.
Sin estos elementos generales y de contexto corremos el riesgo de entrar en una espiral de experiencias desconectadas y dispersas que dejarían en la ciudadanía la idea de que todo esto de la participación es un cuento.
De todas formas es necesario aclarar que el avance sustancial en el camino de la democracia participativa no consiste tanto en ‘quién’ toma las decisiones, sino en el ‘cómo’ se toman estas decisiones. La participación está eminentemente en el ‘cómo’, es decir en la manera en que se llega a la toma de las decisiones que van a incidir en la vida de la población y que tienen que ver con la defensa de los intereses generales.
Todo esto no elimina el hecho de que ya es tiempo de modificar y mejorar muchas de las leyes electorales, pero dejando claro que siempre, en una sociedad democrática, habrá que elegir a alguien para que administre la cosa pública*. Pero, este alguien, podrá tomar las decisiones que le competen, contando o no con la participación de otros actores y de la ciudadanía. En esto está el quid de la cuestión.
* No podemos entrar ahora en otro tema relacionado directamente con todo lo anterior. Es el tema de la descentralización administrativa y de la transferencias de competencias a otros órganos en los que se puede dar la participación de otros actores en el desarrollo del proceso decisional, como, por ejemplo, en el caso de los Distritos. Es tiempo de pensar en elecciones directas de presidentes/as y concejales/as de distrito, dejando atrás la actual situación, aun basada en la delegación de los representantes por parte de los partidos en proporción a su representatividad en el pleno municipal.