Escribir cuando estamos
en una situación de confinamiento se te puede hacer fácil si te mantienes
centrado en lo que quieres expresar, yo necesito también hacerlo con música,
aunque tenga que levantarme cada veinte minutos a darle la vuelta al vinilo o cambiarlo
por otro.
La historia de la
infancia en el tiempo no ha sido fácil de contar, son pocos los datos que
tenemos. Durante muchos siglos los y las menores eran tratados como objetos, los
hijos e hijas podían ser abandonados, sacrificados, vendidos,…, y estaba
aceptado socialmente. En esos momentos de la historia los niños y niñas no
tenían ninguna ley que de alguna manera les pudiese proteger, eran propiedad de
los padres y madres.
Es a partir de la Edad
Moderna cuando se comienza a tener en consideración a la infancia, aunque
siempre la ventaja la llevaban los niños y niñas de las clases sociales altas.
Surge en muchos países
a partir de la segunda mitad del siglo XIX la necesidad de establecer leyes de
protección de la infancia, sobre todo en relación al trabajo de los niños y las
niñas, que con la “Revolución Industrial” eran utilizados como mano de obra
barata. Es en esta época cuando surgen muchas figuras de la pedagogía,
experiencias innovadoras, que facilitan la entrada en la escuela de los niños y
las niñas. También se manifiesta a través de la literatura la critica a los
internados, orfanatos en aquella época, así lo manifestó Charles Dickens en su
obra “Oliver Twist”, un niño huérfano que sufre maltrato y que su única salida
fue escapar y dedicarse a la delincuencia desde la marginalidad.
A principios del Siglo
XX las Primera Guerra Mundial vuelve a azotar a la infancia en Europa. En
Ginebra, se crea la Unión de Socorro a los Niños y Niñas, estableciéndose la
primera Declaración de los Derechos de los Niños y las Niñas, conocida como la
“Declaración de Ginebra”.
La infancia vuelve a
estar en el punto de mira con la Segunda Guerra Mundial, aquí si tenemos datos
de muchas historias infantiles, me quedo con la más conocida, la de Ana Frank,
oculta más de dos años, su vida de confinamiento le llevó a escribir un diario
en que mostró al mundo el sufrimiento desde la mirada de una adolescente de 13
años. Al final ella y su hermana Margot murieron por una epidemia de tifus por
falta de higiene en el campo de concentración de Bergen-Belsen.
Tengo en mis manos la
“historia de Erika”, una niña judía que su madre la arrojó del tren cuando los
llevaban a un campo de concentración nazi. Erika fue recogida por una familia y
salvó su vida. La madre tomó esa decisión viendo la muerte de su hija muy
cerca.
En nuestro país, la
Guerra Civil afectó y cruelmente a la infancia, los llamados “niños y niñas de
la guerra o de Rusia”, fueron miles de menores los que fueron enviados por las
autoridades republicanas al exilio a la antigua Unión Soviética para evitar el
dolor y el sufrimiento de la guerra.
Los niños y las niñas
de Alepo (Siria) se pasan la mayor parte de las horas del día metidos en un
refugio, el frío, el hambre y las enfermedades rodean estos espacios.
En 1948 se aprueba la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 25.-2, dice que
“la maternidad y la infancia tienen derecho y cuidados y asistencia especiales.
Todos los niños y niñas, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen
derecho a igual protección social”. Hay que esperar al año 1959 para que la
Asamblea de las Naciones Unidas proclame “La Declaración de los Derechos de los
Niños y las Niñas.
“Ya estoy harta,
gritaba la madre, no puedo más, ya no tengo una almohada en buenas
condiciones”, dormiréis sin ellas. Eran dos hermanos, de 8 y 12 años, muchos
días confinados, sin colegio, ni el juego al escondite con su padre los llega a
calmar, se saben todos los rincones de la casa, una vivienda de no más de 70
metros cuadrados, Es que la crisis ha pegado de golpe otra vez sobre la
infancia, y otra vez hacia las familias más vulnerables, ya les tocó en el
2008, antes también.
Los hijos y las hijas
con un alto riego de pobreza, esos mismos que sus familias tienen dificultades
para cubrir las necesidades básicas, algunas de ellas como comer, pagar el
alquiler, la hipoteca, etc. Teniendo en cuenta que también pueden ser familias
con un solo progenitor, con padres y madre que presenten alguna enfermedad o discapacidad,
o que las tengan el niño o la niña. Están también los colectivos de
inmigrantes, las minorías étnicas, los poblados y barrios marginales.
Las condiciones de
todos estos niños y niñas no son iguales que el resto, se rompe la igualdad de
oportunidades y la brecha social se hace cada vez más grande. A todo esto se
suma con esta crisis la enseñanza online, que casualidad, que sean estas
familias las que no tengan equipos informáticos, ni internet, ni se puedan
conectar a una red públicas de wiffi, y que utilicen el teléfono en el mejor de
los casos para poder ver los ejercicios que les envía su profesor o profesora.
Que por vivir en pequeñas viviendas no disponen ni siquiera de un lugar de
estudio, ni juegos o una pequeña biblioteca. Luego está la condiciones de una
alimentación sana, ya sabemos lo que pasa en muchas de estas familias, la
posibilidad de ir al comedor escolar, aunque fuese una vez al día, mejoraba la
calidad en la alimentación, además que suponía un ahorro económico.
También queremos hacer
referencia a la situación de inseguridad con las que se presentan muchos
menores en esta situación de crisis, violencia en la pareja, abusos sexuales,
malos tratos, …
Que a estas familias
como al resto, esta crisis nos vino de sopetón, sin posibilidad de reaccionar,
de prepararnos, pues no digamos como le ha llegado a la infancia, que hasta nos
cuesta explicar el porqué no pueden salir de casa para correr y jugar con sus
amigos y amigas, ya que los menores son un derroche de energía y no nos
gustaría que se quedarán en el “sedentarismo”. Pero al final quién gestiona las
emociones de estos niños y niñas.
Si no nos ponemos a
buscar soluciones pronto, las condiciones de vida de estos niños y niñas harán
sumergirse en agua salada y profunda “los derechos de la infancia y los
derechos humanos”.
Posiblemente la
infancia sea una de las últimas prioridades de esta crisis, se pondrán medidas,
no lo dudo, pero llegarán a tiempo, serán parches, o podrán llegar a favorecer
las necesidades presentes. Confiamos que sea así.
Hay un conjunto de
profesionales del ámbito social, Educadores y Educadoras Sociales, Trabajadores
y Trabajadoras Sociales, Psicólogos y Psicólogas, Pedagogos y Pedagogas,
Maestros y Maestras, Cuidadores y Cuidadoras, Cocineros y Cocineras, etc, con
una amplia experiencia en el trabajo con menores, casi todos ellos
interviniendo en la educación no formal. Es necesario poner en marcha estos
recursos humanos para poder hacer apoyos y seguimientos a esas familias, y
otros recursos materiales, de equipamientos, como habilitar espacios para que
puedan esos menores jugar, hacer sus tareas escolares, no perder la ilusión de estar en una etapa de la vida que
la “infancia”. Sin olvidar que la puesta en marcha de cualquier recurso en
estos momentos tiene también la prioridad de mantener una protección y
seguridad tanto del menor como de los y las profesionales.
“La palabra progreso no
tiene ningún sentido mientras haya niños y niñas infelices”.
Albert Einstein
Samuel N.P.
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