El viento que sopla del
norte llamado la “tramontana”, suele ser frío y fuerte, así nos llegó esta
pandemia que estamos pasando, fría y fuerte.
El COVID-19 ha llegado
muy rápido a nuestro país, sin apenas posibilidades de tener una mínima
previsión, ni siquiera de conocer cómo afrontar esta crisis, pero la realidad
es que no es algo pasajero y que miles de personas se están muriendo. Pero ante
tanto caos, surge la “solidaridad” que se extiende por todos los rincones.
En sociología, solidaridad se refiere al sentimiento y la actitud de unidad basada en
metas o intereses comunes, se refiere a ayudar a los demás sin recibir nada a
cambio.
Émile Durkeim, un gran
sociólogo distingue entre solidaridad
mecánica y orgánica. La solidaridad
mecánica se desarrolla en sociedades en que las personas se diferencian
poco entre sí, y la cohesión social se obtiene gracias a los valores, creencias
y tradiciones. Este tipo de solidaridad es propia de comunidades pequeñas donde
existe una conciencia colectiva que se origina en el sentimiento de apoyo mutuo
y compartir para buscar el bien del grupo. La solidaridad orgánica es propia de las sociedades industrializadas,
las grandes ciudades, sobre todo los países más capitalistas. Este tipo de
solidaridad cada miembro posee una parte de los conocimientos generales y sus
recursos, por lo que todos dependen de todos, cada individuo tiene una función,
si uno falla se perjudica el resto.
Ahora surge otro tipo de
solidaridad, la llamada “solidaridad
social”, un concepto moral referido a la capacidad o actitud de los
individuos de una sociedad para ayudarse y apoyarse unos a otros en aspectos
puntuales de la vida cotidiana.
A los largo de la
historia han surgido numerosas situaciones de solidaridad social en todo el mundo. Quiero hacer referencia a dos
en España, la que fue originada a raíz de los brutales atentados terroristas
del metro de Madrid, el 11 de marzo de 2004, donde todo el vecindario de las
estaciones cercanas salió de sus casas y fueron los primeros que llegaron para
socorrer a los heridos. Otra surgió a través del movimiento social de apoyo que
se organizó cuando el petrolero Prestige se hundió en el 2002 frente a las
Costas de Galicia, ocasionado un vertido de crudo que provocó uno de los
mayores desastres ecológicos surgidos en nuestro país.
Las políticas sociales
de las sociedades democráticas permiten establecer solidaridad a través de sustentar
unos derechos sociales que permite
redistribuir los bienes y luchas contra la exclusión social, construir una país
en igualdad. Pero hay momentos, como el caso de esta crisis, donde es necesaria
la implicación de toda la comunidad, dando muestras de solidaridad para poder
seguir adelante.
Lo que ha pasado en la
crisis originada por el COVID-19, lo hemos dicho anteriormente, nos llegó como
un cuarto plato en un banquete, sin esperarlo y que nos llevó a una indigestión
durante toda la noche. La capacidad de reacción del Gobierno no permitía ningún
paso en falso, por eso no fue lo suficientemente rápida para que al menos se
pudiese prevenir lo que es una de las pandemias más sangrantes de nuestro
tiempo, además mundial.
Pero a pesar de que la
situación es grave, aún así, la
población ha sido capaz de organizarse en los que ya hemos señalado como “solidaridad social”. Surgen grupos que
desde sus casa elaboran mascarillas, batas, hacen las compra a personas mayores
o enfermas,…, empresas que se adaptar y cambian sus sistema de producción para
elaborar elementos esenciales para los hospitales, músicos, cineastas, todos tipo de artistas que
montan sus espectáculos para conseguir aportaciones económicas para comprar
material sanitario o simplemente para entretener a los que estamos en casa, las
ONGs poner en marcha sus propios recursos multiplicados por 300%, al final son
miles de iniciativas que ayudarán a salir de esta situación. Es de destacar
como la propia la gente es capaz de desarrollar estructuras organizativas de
trabajo en equipo, cooperación y una perfecta coordinación, pongo de ejemplo la
plataforma berciana contra el COVID-10 de la Comarca del Bierzo.
En esta pandemia también
hay que nombrar a las Asociaciones de Voluntariado del medio rural, las que
están desarrollando las solidaridad antes, ahora y después de esta crisis, las
que cuando todo esto pase, van a seguir al pié del cañón, sin bajar la guardia,
las mismas que muchas veces no valoramos, son invisibles, pues no cuentan con
los recursos y las infraestructura suficiente para poder darse a conocer en los
medios de comunicación, pero están, así que nombraré a cuatro de ellas con la
que trabajo desde los Servicios Sociales y a las que agradezco su
esfuerzo, Flavium de Cacabelos, CAVILPO
de Carracedelo, TRIVADO de Toral de los Vados y Hormigas de Camponaraya, están
también en la Comarca del Bierzo, todas ellas realizando sus acciones en
poblaciones entre cinco mil y dos mil habitantes.
Al final el coronavirus
cuando pase no nos hará mejores, el ha sido el causante de llevar el dolor y la
desesperación a muchas familias, que ni siquiera han podido despedirse de sus
seres queridos, mostrando un gran sentimiento de rabia e impotencia. Tendremos
que ser nosotros los que cambiemos este
tipo de sociedad, para ello hay que comenzar por cambiar nuestro propio
interior, definir muy bien el valor de la solidaridad y desarrollarlo en
cualquier momento. Lo mejor del día después vendrá de las actitudes que mostremos
en nuestros comportamientos. Esta situación nos debe llevar a una gran
reflexión para decidir en qué mundo queremos vivir y que planeta le queremos
dejar a las generaciones futuras.
“Muchas gente pequeña,
en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo”.
Eduardo Galeano
Samuel N.P.
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