"El teatro, la música y la danza nos ayuda a ser mejores personas. Hemos venido a enseñar que somos buenas personas aunque hayamos nacido en otro país. Todos tenemos derecho a luchar por nuestros sueños y a conseguirlos", dijo Mouad, de 13 años, el pasado lunes sobre el escenario de Got Talent y ante la atenta mirada de casi cinco millones de espectadores que esperaban la actuación de los 14 niños y niñas que forman parte de la Asociación Nana.

Esta entidad sin ánimo de lucro lleva trabajando con estos niños desde hace seis años, aunque se constituyó oficialmente hace poco más de un año, con el objetivo de promover el desarrollo emocional, intelectual, social y ético a través del arte, en especial, mediante las artes escénicas, de los niños tutelados por la Ciudad Autónoma de Melilla. "La danza, la música, el arte en general, son herramientas de desarrollo personal que enriquecen y sirven para fomentar la educación en valores de estos niños. Además, les ayuda a expresarse corporalmente, a transmitir ideas, sentimientos. No olvidemos que vienen de otro país, con otra lengua, y aquí tienen que aprenderlo todo desde cero", explica la presidenta de Nana y directora artística de los proyectos, Natalia Díaz.

in embargo, esta asociación va más allá de esta labor educativa e integradora y también quiere "visibilizar y mostrar a la sociedad el talento de estos menores y demostrar de lo que son capaces si se les da una oportunidad y tienen a alguien que les apoye", asegura Díaz. "Llevan tanto tiempo sintiéndose señalados, leyendo en los periódicos que son malos, que cuando van al colegio esconden que son niños acogidos por la Ciudad por vergüenza y, aunque son menores extranjeros no acompañados porque han migrado solos, sin compañía de un adulto, las siglas MENA les hacen daño porque los invisibilizan, los deshumanizan, dejan de ser niños para ser cuatro letras", lamenta esta coreógrafa.

El baile, promesa de futuro

La inquietud por aprovechar las oportunidades que no han tenido en su país y la ilusión por forjarse un futuro son el motor de los 14 niños y niñas que actualmente forman parte del proyecto de Nana y que están acogidos en diferentes centros de menores de la ciudad autónoma. Mouad llegó a Melilla hace seis años de la mano de su hermano mayor que por aquel entonces también era menor de edad. Atrás dejaron a sus padres y pobreza que les rodeaba en la ciudad marroquí de Oujda y pusieron rumbo a suelo español. Un día Natalia se presentó en su centro de acogida para dar a conocer el programa artístico, que enseguida enamoró a los dos hermanos. Mouad se apuntó ilusionado por aprender Break Dance y seguir los pasos de Navid Mohamed, ayudante de dirección en Nana, pero también para adentrarse en el mundo del teatro clown mientras sigue adelante con sus estudios para sacarse el título de la ESO y viajar hasta Almería, donde está su hermano.

Asia tiene 16 años y lleva dos en la asociación, casi el mismo tiempo que lleva sin ver a sus padres, en Rabat, desde que cruzó a la carrera la frontera para entrar a Melilla. Esta adolescente fue una de las escogidas por la consejería de Bienestar Social para abandonar su centro de acogida y ser trasladada a otro en Palencia, pero rechazó esta oportunidad de viajar a la Península para formar parte de Nana. "No me arrepiento de haberme quedado, al contrario", sonríe ella. Natalia la define como una joven que conecta muy bien con todos los estilos de baile y, en especial, con la interpretación, y aunque le encantaría dedicarse a las artes escénicas, Asia tiene muy claro cuál es su sueño: "Volveré a Rabat y allí montaré una asociación donde daré clases para enseñar igualdad de género. En Marruecos hace mucha falta, las niñas no pueden hacer nada, son ciudadanas de segunda".

Esta chica se muestra muy crítica con todos aquellos que acusan a los menores tutelados de delincuentes y utilizan las siglas MENA para demonizarlos: "La gente piensa que no podemos llegar a ningún lado, pero se equivocan. Si quieres, puedes. Además, me gusta estar en un centro de acogida porque me ha dado la oportunidad de mi vida, estoy aprendiendo todo lo que no puedo en Marruecos. El problema es que la vida es muy dura e injusta y muchas personas no lo quieren ver". Al lado de Asia se sienta Ouarda, la más pequeña del grupo con tan solo 11 años, que llegó a Melilla hace tres. Para ella, la danza ha sido la llave que la ha ayudado a perder la vergüenza a la hora de relacionarse con los demás. "Cuando bailo me dejo llevar, soy yo misma, no pienso en nada que no sean los movimientos y procuro seguir los pasos de Natalia", asegura. A Ouarda la encantaría visitar Madrid y pasar en la capital una temporada de vacaciones, pero su sueño es ser profesora y trabajar un tiempo en Melilla antes de regresar a Monte Arruit, su ciudad natal, con su familia. Para Natalia, esta niña “todavía tiene mucho tiempo por delante para dar lo mejor de sí misma”.

Apoyo entre bambalinas

Nana es arte, danza, música, pero también un espacio para impulsar valores como la diversidad y la integración. A Yalal le quedan seis meses para cumplir la mayoría de edad y desconoce qué será de él en cuanto cumpla los 18 años, pero tiene claro que quiere seguir vinculado a la asociación porque le encanta el teatro y continuar en España para acabar el instituto. Después le gustaría irse a vivir a Alemania, donde vive su hermano mayor trabajando como cocinero. "Yalal padece un retraso educativo y madurativo porque no desarrolló la capacidad del habla hasta los 10 años por algún tipo de trauma y el problema es que en el centro de acogida los otros niños le acosan, se ríen de él por ello", explica Natalia Díaz. La responsable de Nana remarca que desde su asociación trabajan por potenciar sus capacidades, pero reconoce que a este chico le falta la atención de un logopeda para mejorar su expresión oral, algo que le ayudaría a progresar en su estudio del castellano, ya que prácticamente no lo habla y se comunica en tamazight, una de las lenguas bereberes.

"Cuando un chico cumple la mayoría de edad deja de estar tutelado por la Ciudad y también abandona la asociación Nana para dar paso a otro menor, pero desde nuestra entidad tenemos las puertas abiertas y mantenemos el contacto con los que ya son adultos para ayudarles en lo que necesiten", afirma la presidenta de Nana. Este es el caso de Hamza, que acaba de cumplir los 18 años y a pesar de que ya no forma parte del grupo, sigue yendo a los ensayos. Llegó a la ciudad hace casi tres años y se implicó en las actividades de Nana desde el principio, además de demostrar ser el mejor de su promoción del curso de formación profesional de Hostelería que le ha permitido obtener un trabajo de camarero en un reconocido restaurante de la ciudad. Lleva ya un año trabajando y asegura que quiere seguir una temporada hasta que acabe de dominar el castellano. Luego planea irse a Noruega por recomendación de un amigo.

"Todos los niños y niñas que pasan por Nana demuestran que tienen sueños y que quieren hacerlos realidad, pero para ello necesitan un referente que les guíe y una oportunidad a la que aferrarse", comenta Natalia Díaz. La directora artística de esta asociación lamenta que haya tantos niños que se queden sin la posibilidad de formarse. "Los centros están masificados y los profesionales que están con ellos no dan abasto", añade en referencia a los cerca de mil niños tutelados por la Ciudad Autónoma que viven a día de hoy repartidos en cuatro centros de acogida en Melilla. A todo ello suma los mensajes negativos que se lanzan sobre estos menores a través de los medios de comunicación y redes sociales que pasan por alto que son niños vulnerables. "La infancia hay que protegerla sin importar el origen de los niños. La diversidad cultural enriquece. No podemos olvidar de dónde venimos. España siempre ha sido un país de inmigrantes, por eso debemos ayudar y apoyar la diversidad", remarca.

Más allá de este recordatorio, también tiene palabras de agradecimiento para todas las personas, para todos los profesionales que día a día trabajan con estos niños en los centros de menores y les proporcionan todo lo que necesitan. "Directores, coordinadores, educadores, cuidadores, trabajadores sociales, cocineros, personal de limpieza… Son muchísimas las personas que trabajan en la atención de estos menores, es un equipo enorme que junto a la Administración y otras entidades, además de Nana, las que se preocupan por ellos", concluye.

Ahora, todos los miembros de Nana tienen la vista fijada en la semifinal de Got Talent, después de conseguir el Pase de Oro que les otorgó el jurado por unanimidad. La ilusión y las ganas de hacerlo lo mejor posible en los ensayos no falta. "Humildad, chicos, humildad. Nada de castillos en el aire por mucho que os paren por la calle para felicitaros. La fama es temporal. Vuestro futuro os lo ganaréis estudiando, con esfuerzo y dedicación. No dejéis pasar este tren", dice Natalia a sus alumnos, sentados en círculo en el local de ensayo, rodeados de espejos y acompañados por Aren y Nana, dos labradores marrón chocolate que son los miembros más jóvenes recientemente incorporados al equipo de la asociación.