domingo, 19 de julio de 2009

“Pasaba todas las noches mirándola”

Ejemplar testimonio de Manuel Díez, que lleva 24 años atendiendo día y noche a su mujer enferma de Alzheimer.
No queda gente como Manuel. Verlo acariciar a su mujer convencido de que ella siente su mano te reconcilia con la bondad, con la generosidad y con la entrega del ser humano. Manuel Díez y Díez, leonés de 84 años, fue elegido por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales para protagonizar un gran póster que sería la campaña nacional de la famosa y controvertida Ley de Dependencia. No sé si la Ley es buena, pero la elección del póster es incuestionable. No puede haber nadie que se haya entregado con más pasión al cuidado de un dependiente que Manuel con su mujer Basilia. Ni durante más tiempo pues el caso de esta enferma es de una resistencia —lleva 24 años con alzheimer— que tiene sorprendidos a los médicos.“Pasaba todas las noches mirándola mientras aullaba, daba manotazos y pataleaba”. Es una frase textual queha escrito Manuel en una especie de diario en el que va anotando todos los avatares de la larga enfermedad de su mujer, desde el año 1984 que tuvo los primeros síntomas hasta el pasado mes de febrero cuando ya no podía aguantar más, ya no se arreglaba, él mismo había enfermado. Así lo cuenta: “Cuántas veces cuando la iba a acostar me quedaba sin fuerzas y me tenía que sentar un rato”. Después de llevarla a Sanyres escribe: “Tuve que ingresar en el Hospital para curarme de lo que no me había curado antes, pero ahora ya voy tranquilo porque mi mujer está recogida”.Algo que no ocurría unos meses antes, cuando los médicos le dijeron a Manuel que tenía que ingresar: “¿Ingresar?, ¿no saben que no puedo?, ¿qué hago con mi mujer?”, preguntaba en su cuaderno el 25 de septiembre de 2008.“Hay que llevarse bien”No ha sido nada fácil para este hombre de 84 años nacido en Llamas de la Ribera y que ha pasado toda su jubilación atado a la enfermedad de su mujer. En los primeros síntomas se sabía muy poco de esta enfermedad, iba de médico en médico y nadie le daba ni soluciones, ni explicaciones. “Todavía no se conocía lo del alzheimer y yo tampoco tenía datos, tardaron más de seis años, hasta el 91, en hablar algo de esta enfermedad”. Fue un rosario de médicos y Basilia también le jugaba alguna mala pasada cuando Manuel le explicaba al psiquiatra que se pasaba las noches gritando. Ella estaba en silencio, como ausente, y de repente le decía al médico muy alterada: “¡Qué dice que grito por la noche! ¡Qué sabe él si marcha de juerga todas las noches y no para en casa!”.Para desesperación de Manuel el médico parecía hacerle caso y les recetaba “llevarse bien”.— Cuantasveces marché llorando del psiquiatra.Tuvo que urdir un plan para demostrar que no mentía. “Para demostrarles lo que era aquella enfermedad compré un casete y grababa por las noches los gritos que daba. Tengo guardadas las cintas pero es hoy el día que no los puedo escuchar, se me ponen los pelos de punta solo de recordarlo”.Te lo explica pero guarda las cintas. Guarda todo aquello en lo que Basilia García Canseco pueda aparecer ‘desairada’ o agresiva de las muchas cintas de vídeo que a lo largo de veinte años le ha ido grabando. “Mira que guapa estaba aquí”, insiste, pero sobre todo se emociona con dos trozos, uno en el que Basilia se abraza con su nieta yotro, del 6 de enero de 2008. Estaba la televisión puesta, retransmitían la misa de Reyes y cantan en ella. Manuel está convencido de que Basilia reconoce aquellos cánticos, “pues fue muy de iglesia” y rompe a llorar, se seca las lágrimas (algo que no hacía nunca). “Apago la tele y deja de llorar, la enciendo y vuelve a llorar”.Se emociona Manuel, como se emociona cuando le aprieta la mano a su mujer y él siente como ella también se la aprieta, como está convencido de que distingue perfectamente el zumo natural que él lleva de casa, hecho con las manzanas de su huerto, de ‘el de botella’. “Claro que lo nota, yo la veo bien cómo tuerce el gesto”.— Es como un niño, hay que atenderla pero ella siente. Ya sé que dicen que no se entera de nada pero lo que pasa con esta enfermedad no lo puede saber nadie, yo la he vivido día a día y he visto cosas, como lo de la misa. Y le aprieto la mano y mírala...La vuelve a acariciar. La peina, la pone derecha. Seguramente recuerda aquellos años duros, en los que estaba agresiva, no quería a su lado a nadie que no fuera Manuel, gritaba. El 13 de diciembre de 2005 Manuel escribe: “Este año dejó de dar voces y de ser agresiva. Ahora es como un niño”.— Si pudiera volverla a traer para casa, como en casa...
Noticia: La Crónica, 19 de julio de 2009, Artículo de Fulgencio Fernández.

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