domingo, 16 de mayo de 2010

Arpías y magnates


Se han preguntado por qué una cosa buena y divertida es cojonuda y una aburrida, tirando a mala, es un coñazo ? Oiga, que lo dice el diccionario: Estupendo, magnífico, excelente... para el primer vocablo y «persona o cosa latosa, insoportable» para el segundo. ¿Será casualidad que la una apele a los atributos sexuales masculinos y la otra a los femeninos?
Respóndase con sinceridad antes de afirmar que el uso de la lengua no es sexista y machista. Sexista y mucho más. Habitualmente se hace un uso androcéntrico del idioma, porque coloca al hombre como representante de una humanidad integrada casi a partes iguales por hombres y mujeres; en ocasiones obsoleto, porque se niega a incorporar vocablos inclusivos (profesorado, alumnado...) e incluso a nombrar en femenino profesiones cada vez más feminizadas como la medicina. Y eso pese a las primeras en llamar médicas a las médicas fueron las mujeres rurales y que el término, por fin, está admitido en por la RAE. Ni a los académicos ni a los guardianes y guardianas de la lengua espanta llamar enfermeros y no enfermeras a los enfermeros. Tampoco sorprende que términos como arpía que sólo existan en femenino, mientras otros, como magnate, que sólo habitan en el masculino.
Las desigualdades se transmiten a través de la lengua cuando a una mujer le dicen en casa: «Te ayudo a quitar la mesa...» La cuestión es reconocerlas y empezar a cambiar en positivo sin caer en ridiculices, exageraciones ni atroces insultos como los que recibió la concejala de la Mujer, Teresa Guaitérrez, cuando puso en marcha un manual de uso no sexista del lenguaje en el Ayuntamiento de León. Al pairo de la crisis se frotan manos viendo caer el Ministerio de Igualdad. No se dan cuenta de que la igualdad es una lucha de siglos, un movimiento social y político pacífico e incansable.
Artículo de Ana Gaitero, Diario de León, 15 de mayo de 2010.